Concepto de sistema: “Conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente, contribuyen a determinado objetivo”.
Como seres humanos somos sistemas biológicos altamente complejos y contamos con un “engranaje” absolutamente perfecto en su funcionamiento (cuando está todo bien). Nuestro sistema (cuerpo humano) está a su vez compuesto por subsistemas que lo conforman, por ejemplo el sistema óseo, el sistema circulatorio, el sistema nervioso central, el sistema respiratorio, etc. Siendo cada uno de estos subsistemas parte de un sistema superior, en el que cada uno funciona de manera autónoma, pero no independiente, sino que es absolutamente interdependiente de los otros subsistemas con los cuales “convive” en el organismo.
“Un sistema es un conjunto de unidades en interrelación.”
Ludwig von Bertalanffy
Y es que cada subsistema afecta y es afectado por los otros, según cómo cumple su función. Por ejemplo, cuando respiramos de manera consciente, inspirando profundamente por la nariz e inflando nuestro abdomen, y soltamos el aire de forma pausada por la boca, podemos notar cómo nuestro sistema nervioso se relaja y nuestros sistema circulatorio va a trabajar mejor gracias al oxígeno en sangre que le estamos proporcionando, y si además estamos en ese momento “operando” desde un sistema de creencias positivo y potenciador, probablemente vamos a sentir un estado de bienestar general en todo nuestro ser, que nos permite afrontar lo que se venga en el día.
Por el contrario, si partimos de un sistema de creencias negativo y limitante, y respiramos de manera acelerada y clavicular (automática e inconscientemente), vamos a acelerar nuestras pulsaciones afectando a nuestro sistema nervioso, y a su vez, nuestro sistema circulatorio no va a poder llevar la misma cantidad de oxígeno a cada una de nuestras células y órganos vitales. Por eso es tan importante que cada uno de los subsistemas cumpla de manera correcta y adecuada su función, para aportar al conjunto su “granito de arena”.
Según la Teoría General de Sistemas, un sistema puede definirse como un conjunto de elementos en interacción dinámica en el que el estado de cada uno de ellos está determinado por el estado de cada uno de los demás elementos que lo configuran.
De esta manera un sistema puede ser cerrado (cuando no intercambia información con su entorno, p.ej. mi sistema óseo no “afecta” al tuyo) o abierto (cuando intercambia información con su entorno, por lo que es modificado y a la vez modifica a ese mismo contexto, p.ej. mi sistema nervioso y mi estado emocional sí “impacta” en vos).
Pero además de nuestro sistema “interno individual”, como seres humanos formamos parte también de diferentes sistemas sociales “amplios y vinculares”. El primero de ellos es la familia en la que nacemos, donde somos criados y donde cumplimos diferentes roles (Padre, Madre, Hij@, Abuel@, Tí@, Sobrin@, Prim@, Cuñad@) que van evolucionando en el tiempo, y que generan impacto e influencia sobre la dinámica grupal del sistema familiar, y sobre cada uno de los individuos con los que interactuamos, e incluso sobre aquéllos con quienes no nos relacionamos, o no tanto. Es más, si profundizamos en cuestiones de nuestra “constelación familiar” encontraríamos cómo miembros de la familia, que hoy ya no están físicamente entre nosotros o que incluso no hemos llegado a conocer, siguen influyendo en la realidad de ese sistema familiar y de quienes lo integran.
La familia es, por tanto, un sistema y como tal posee su propia estructura, creencias y patrones de asociación, es abierto y dinámico, y cada familia posee su cultura y estilo de relacionarse, que prescribe reglas de conducta y expresión de las emociones para quienes son parte de la misma, según el modelo “aprehendido”.
La misma Teoría General de los Sistemas nos indica que cualquier cambio en un miembro del sistema afectará a los demás. Por ello se piensa en la “totalidad”, y no en la “suma de las partes”, porque las pautas de funcionamiento del sistema no son reducibles a la suma de sus elementos constituyentes. Además existe una permanente circularidad e interconexión entre los miembros de un sistema, por lo que a un mismo efecto pueden responder distintas causas como origen.
Y esto nos lleva a tomar conciencia también de nuestra realidad, por la participación que tenemos en otros sistema de los cuales también formamos parte. Puede ser en el ámbito académico, en el ámbito deportivo o en el ámbito laboral. Sabemos que no estamos solos, y que dependemos de los demás, más allá de la función que llevemos a cabo en cada uno de esos espacios colectivos.
En el plano laboral, uno puede percibir claramente cómo afecta y es afectado por sus jefes, por compañeros, por clientes…, pero el alcance de los impactos es mucho mayor incluso, ya que llega a todos los grupos de interés que tenga la compañía, p.ej. accionistas, proveedores, bancos, organismos tributarios, competencia, etc. Y es que aunque “no los veamos” forman parte del ecosistema empresa, y por tanto reciben y aportan (positiva o negativamente) sobre la dinámica del conjunto.
“Sistema es una totalidad organizada, hecha de elementos solidarios que no pueden ser definidos más que los unos con relación a los otros en función de su lugar en esa totalidad.”
Ferdinand de Saussure
Y así como además del sistema humano, formamos parte de un sistema familiar, y de un sistema laboral (incluso el que no trabaja, impacta!!), también somos parte de un sistema social de ciudadanos en una localidad, en una provincia y en el país.
La teoría de sistemas, aplicada a la sociología y la antropología, nos proporciona un marco conceptual para entender las interacciones complejas y dinámicas entre los elementos (no sólo personas) que componen una sociedad. Esta teoría considera que una sociedad es un sistema compuesto por partes interrelacionadas que trabajan juntas para mantener un equilibrio o alcanzar determinados objetivos.
A partir de esta teoría de los sistemas, y ya que sabemos cómo afecta a las personas y sociedades, podríamos empezar a pensar cómo aprovecharla para evolucionar como ciudadanos y como país, teniendo en cuenta algunas de sus características:
Interconexión de los elementos dentro de una sociedad. Esto significa que cambios en un área (p.ej. educación) pueden generar efectos en otras partes del sistema (p.ej. economía y cultura).
Equilibrio y adaptación. Los sistemas sociales tienden a buscar el equilibrio u homeostasis para mantener su estabilidad. Sin embargo, también tienen la capacidad de adaptarse a cambios en el entorno, para enfrentar como sociedad los nuevos desafíos y adaptarse realizando ajustes en sus estructuras y normas.
Efectos de retroalimentación y circularidad. Y es que los efectos de las acciones pueden retroalimentarse en el sistema, lo cual sirve para mantener o cambiar su estado. Por ejemplo, y como estamos viviendo, políticas gubernamentales pueden tener efectos de retroalimentación en la economía y la estructura social.
Influencia de múltiples factores externos. Ya que los sistemas sociales no existen en un vacío; están influenciados por factores externos como la globalización, la tecnología y el medio ambiente. Comprender estas influencias externas es fundamental para abordar sistémicamente los problemas y desafíos actuales.
Aprovechar la teoría de sistemas implica fomentar la colaboración y la participación ciudadana. La sociedad es un sistema en el que cada individuo juega un papel importante. Incentivar la participación activa y el diálogo entre los ciudadanos va a ayudar a abordar problemas de manera más efectiva.
Por ello, la invitación es a tomar conciencia de nuestra realidad sistémica, de los impactos que recibimos y generamos, de cómo propiciar cambios y mejoras en las distintas partes del sistema, y de implicarnos activamente desde lo individual para lograr un avance social. A la la hora de una intervención sobre un sistema prexistente, bien sea familiar u organizacional, debemos tener en cuenta esta máxima que nos dice:
“Si querés mejorar u optimizar un Sistema, deberás suboptimizar los subsistemas, porque si pretendés optimizar los subsistemas, acabarás suboptimizando el Sistema”.
Esto es, para la mejora y evolución del conjunto, voy a requerir la mejora relativa, continua y complementaria, de cada una de sus partes, para avanzar de manera simétrica y equilibrada en pos del objetivo general del conjunto/sistema. En cambio, si pongo “toda la carne en el asador” en un sólo área de mejora, voy a impactar en el resto del sistema que no avanza, generando desequilibrios.
A todo esto que hemos mencionado, debemos adicionar la teoría de sistemas que desarrolla Niklas Luhmann, la cual considera a la sociedad como un sistema constituido básicamente por la comunicación. Nos indica que nuestro sistema social reproduce la comunicación tal y como los sistemas vivos reproducen la vida y los sistemas psíquicos reproducen la conciencia. Así que, esencialmente, la comunicación nos hace y nos conforma como sociedad (somos las conversaciones que tenemos y mantenemos). En otro post vamos a avanzar más sobre los distintos aspectos e importancia fundamental de la comunicación y de cómo nos comunicamos.
“Si has venido aquí para hacer algo por nosotros, pierdes tu tiempo. Si vienes porque tu transformación está involucrada con la nuestra, manos a la obra”.
Lilla (Aborigen Australiana a una misionera educadora)
Para cerrar, te dejo una serie de preguntas “disparadoras” para tu reflexión:
¿Nos pensamos como sistemas cerrados o como sistemas abiertos?
¿Qué quiero aportar a los sistemas de los cuales formo parte?
¿Cómo elijo responder a los impactos que recibo en esos sistemas?
¿Cómo podemos lograr sistemas bien efectivos en su funcionamiento, bien afectivos en su relacionamiento y bien unidos en sus vínculos?
Como siempre, te escucho.
Gracias por leerme
Gracias por acompañarme
Gracias por ser parte y compartir