En el post anterior mencionamos algunas de las claves para una comunicación productiva, y diferenciamos lo que es la mera emisión de información de lo que realmente comprende un proceso completo de comunicación.
Ahí mencionamos a los llamados medios de comunicación masivos, o mejor dicho medios de información, sobre los que hoy vamos a profundizar un poco más en su labor, su función social y el papel que cumplen en la actualidad.
Un medio libre como Wikipedia nos dice que “El propósito principal de los medios de comunicación es, precisamente, comunicar con objetividad, pero según su tipo de ideología pueden especializarse en: informar, educar, transmitir, entretener, formar opinión, enseñar, controlar, etc.”
Las principales funciones y objetivos de un medio de comunicación debieran ser los de Informar, Educar y Entretener. Y desde la generación de programas, contenidos, series y otro tipo de producciones escritas o audiovisuales, podríamos establecer que los medios son también “hacedores de cultura” como consecuencia de su propuesta de “valor” entregada a un público que la “consume” e integra en sus vidas y hogares.
"La palabra siempre debe enseñar, conmover o distraer."
Cánovas del Castillo
Sin hacer un análisis exhaustivo o específico de un medio, vamos a “cuestionar” el fiel cumplimiento de las funciones arriba mencionadas: Informar, Educar y Entrener.
Informar.
Para eso están principalmente los informativos. No sé ni cuántos hay, ni cuántas horas al día (todos los días) cubren sus espacios asignados. Y aquí tenemos prensa, radio y televisión, y de “corte” nacional, provincial y local.
La pregunta es ¿quién/es define/n lo que hay que informar?, porque todos los días suceden miles de historias y acontecimientos, tanto en nuestro país como en el mundo. En cambio, se “nos cuentan” unas pocas, eso sí, de manera reiterativa, con detalles y comentarios que exceden el propósito informativo, llegando en un noticiero a repetir hasta 20 veces o más unas mismas imágenes (como si verlas 1 o 2 veces no fuera suficiente para entender la noticia) y “poniendo el micrófono” a “opinadores” que hablan de cualquier tema o a “protagonistas”de sus historias, generalmente embargados en sus emociones, para que se “descarguen” y lleven toda esa carga y quizá un titular llamativo para ponérselo una y otra vez a la audiencia.
Me parece que tenemos un exceso de información, pero que a la vez, estamos poco informados. Porque la saturación de información, con tantos medios ”abrumándonos” hoy, sobre todo desde lo digital, hace que nos sintamos superados porque no podemos leer ni procesar todo lo que se publica varias veces en un mismo día.
Y sobre todo ¿informamos u opinamos?. Porque hay mucha editorial con carga ideológica que se dedica a “instalar temas” y “adoctrinar audiencias” con sus declaraciones, afirmaciones y juicios (actos estos del habla que ya vamos a explicar en otro momento, para discernirlos y comprender su alcance). Y el ejercicio de informar debiera ser lo más objetivo y neutral posible, para dar a conocer al público información o datos que sean de su real interés y utilidad. Si te pido tu opinión, me parece perfecto que me la des, pero si te pido información no estoy solicitando tu opinión (dejame que la analice, que la procese y en función de los datos que tenga, mi experiencia y conocimientos sobre el tema en cuestión, y del tamiz de mis creencias y criterio personal, estableceré mi propia opinión al respecto, sin necesidad de que me “vendas” o impongas la tuya. Gracias).
Educar.
Primero debemos aclarar qué entendemos por educar. Según la definicición de la RAE educar significa:
1. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.
2. Perfeccionar, afinar los sentidos. Educar el gusto.
3. Enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía.
Atención, pregunta ¿consideras que los medios de comunicación generalistas que conocemos y/o consumimos, cumplen realmente con esta función?.
Tengamos en cuenta que durante muchos años, varias generaciones se han “educado” con lo que veían en la televisión. En muchas casas y familias, este “mueble parlante” era el que ordenaba los tiempos y silencios de las personas en función de su programación, y era un educador que nos daba acceso al mundo, a personajes famosos, a espacios culturales, a héroes deportivos o a personalidades y presentadores que hacían reir, llorar o pensar al público que los “acompañaba”.
En los últimos años la calidad técnica en la televisión seguramente ha aumentado mucho, pero la calidad de contenidos, junto con la “contención” y propósito educativo y formador de la ciudadanía, podemos decir que ha disminuido notablemente.
Este es el electrodoméstico que probablemente más horas permanezca prendido en muchos hogares. Y hoy ya compite y se integra con las otras pantallas digitales que nos “consumen” más y más tiempo cada vez (es parte de su función), hasta que aprendemos a hacer un uso inteligente y responsable de los mismos para que nos puedan informar de lo que queremos o necesitamos, cuando lo queremos y necesitamos, y utilizarlos como medios y herramientas para facilitarnos la vida, el trabajo y las comunicaciones.
Para cumplir asimimos con su propósito educador, l@s presentadores y comentaristas de los medios debieran ser siempre educados, y la verdad sea dicha, escuchamos constante faltas de respeto, incluso insultos groseros entre compañeros de profesión, cuyo ejemplo, al igual que el de varios de los “políticos” que nos muestran, distan mucho de las buenas formas, la educación e incluso la decencia.
Entretener
La verdad es que debemos reconocer que en esto sí que son buenos los medios. Y no siempre por la calidad de los contenidos, sino por la capacidad de “enganchar” a la audiencia y hacerla permanecer frente a la pantalla “consumiendo” lo que le dan (a cualquier hora del día, pero sobre todo en las franjas del llamado prime-time).
Te entretienen, te distraen, te retienen, a costa de tu recurso más preciado, tu tiempo.
Pero bueno, muchas veces queremos simplemente relajarnos y poder ver algo divertido y entretenido, que nos “saque” de nuestro día a día (no está mal de vez en cuando, pero si es habitual, daría para que entrásemos en los vacíos existenciales que podemos llegar a tener, o en la falta de sentido y propósito en nuestras vidas. Pero no es este el tema hoy).
Dentro de ese afán por el entretenimiento de los medios, debemos ser conscientes también de que en ciertos programas, con el objetivo de ganar audiencia e impacto, para llamar la atención… llegan a tocar la línea del entreten-y-miento!!.
Y ese sensacionalismo que podría ser exclusivo de los programas de chimentos (¿por qué hay tantos? ¿por qué a la gente le interesa tanto hablar de la vida de otros?), en los que se desacredita, critica e incluso se insulta a terceros, se ha ido trasladando e “impregnando” en programas deportivos, naturalizándose esa forma de hablar faltando el respeto, viendo quién grita más o dice el exabrupto más llamativo, y se ha incorporado también en programas generales donde tertulianos hablan de cualquier cuestión que les “propongan” como opinólogos expertos desacreditando al otro, y hasta en los propios noticieros pareciera que ese amarillismo “vende más”.
Y eso, la verdad, es que como público y audiencia, nos nivela para abajo.
Por lo tanto, podríamos concluir, que los medios hoy (en Argentina particularmente que es lo que nos compete, pero también en otros países) no cumplen con su triple propósito en la contribución al bien e interés general.
¿Qué podrían (y deberían) hacer los medios para cumplir con su función?
Primero, debemos aclarar que los medios como tal no son “entes abstractos”. Son empresas o grupos empresarios, que hacen de su servicio un negocio lucrativo, por el cual están compitiendo por vos, o sea su audiencia.
Ya que la audiencia es la que da “influencia” para llegar a un número importante de personas, en determinado rango generacional y estracto socioeconómico y cultural, a las que ofrecerles todos los productos que los anunciantes/patrocinadores de esos medios. Lo cual no está mal, pero hay que saberlo y tenerlo claro.
Pero, sobre todo, esos medios de conforman de personas, como vos y como yo, que cumplen su rol como asalariados de estas empresas, que “quizá” y solo quizá (no puedo atestiguarlo ya que no trabajo ni he trabajado en ningún medio) quieran imponer desde sus ejecutivos y productores una forma de hacer y transmitir. Apelamos entonces a estos ejecutivos, productores, profesionales del periodismo y comunicadores con vocación, a que puedan ser actores que contribuyan a una mayor pacificación e integración social, a ser verdaderos modelos en lo que hace a informar y educar al público, a poner foco en las soluciones y en sus protagonistas, y en fin, a cumplir su función esencial (de la mano de la empresarial) desde lo que podemos llamar una Responsabilidad Social Comunicacional. Seamos muy responsables de lo que comunicamos y cómo lo comunicamos, para aportar a la unión y al bien común.
"Mi táctica es hablarte y escucharte construir con palabras un puente indestructible."
Mario Benedetti
¿Qué deberían hacer conscientemente y consistentemente los medios?
Asumir un compromiso con la veracidad, la ética y la responsabilidad social comunicacional, entendiendo el poder que tienen para modelar narrativas, construir percepciones e influir en el clima y relacionamiento social.
Utilizar un lenguaje claro, accesible y representativo de la diversidad social y cultural en sus contenidos y campañas de comunicación, promoviendo una mirada integrativa y un enfoque apreciativo de la realidad.
Explorar formatos y narrativas que promuevan la comprensión mutua y la promoción del bien común, como el periodismo de soluciones, la crónica humana, los reportajes inmersivos, acciones de solidaridad y unión cultural, etc.
Educar a las audiencias en alfabetización mediática y pensamiento crítico, para que puedan analizar con rigor los diferentes contenidos y mensajes, reconociendo así los sesgos y desinformación.
Mostrar casos y ejemplos de tod@s los héroes y heroínas anónim@s que aportan a través de sus trabajos en grupos comunitarios, organizaciones de distinta índole y en proyectos que contribuyen al diálogo social y el desarrollo humano.
En un mundo cada vez más diverso y polarizado como el actual, los medios de comunicación tienen el reto y la responsabilidad de convertirse en facilitadores del diálogo, la comprensión y la convivencia pacífica entre todas las identidades y sectores que conforman nuestra sociedad y el mundo en general.
Sé que todo esto parece “Disney” pero es a lo que deberíamos aspirar y lo que tendríamos que empezar a exigir para consumir esos contenidos que nos presentan. Como “consumidores responsables” sabemos que siempre podemos elegir qué tipo de producción o empresa estamos apoyando, cuando les damos (o no) nuestro dinero o nuestro tiempo. La alternativa es poner nuestro tiempo, nuestra atención y nuestro dinero en otro “lugar” que nos entregue más valor y satisfacción.
Para empezar para recorrer este camino quizá deberían evitarse o directamente suprimir algunas prácticas como las que proponemos a continuación:
¿Qué NO deberían hacer (o explicar sino por qué lo hacen), los medios?
1. Promover estereotipos, prejuicios o representaciones denigrantes de grupos étnicos, religiosos, por géneros o edad, por capacidades diferentes, etc. mediante el uso de un lenguaje estigmatizante, imágenes ofensivas o narrativas sesgadas, mezclando hechos con opiniones personales y parciales.
2. Actuar desde una falta de pluralidad y de rigor periodístico en las fuentes consultadas, dando voz sólo a una parte e ignorando perspectivas alternativas en temas polémicos, ocultando información y dando cátedra y sentencias sobre esos temas (aunque después nada de lo anunciado suceda, y no se rindan cuentas).
3. Alimentar el amarillismo, sensacionalismo y espectacularización de conflictos sociales complejos a través de titulares engañosos, dramatización extrema (con música amenazante), “traficando” emociones, revictimizando a personas o colectivos vulnerables, condicionando testimonios o generando desinformación.
4. Fogonear discursos de odio, intolerancia, xenofobia o incitación a la violencia contra determinados colectivos, alimentando “grietas” y divisiones en la sociedad. Aunque existan diferencias no se debe deshumanizar, poniendo o asignando etiquetas a personas o grupos sociales, criminalizándolos.
5. Hablar a la audiencia con agresividad, insultos y falta de respeto, utilizando tonos y formas amenazantes o amedrantadores y caer en prácticas de periodismo militante o activista que socavan la credibilidad, confianza y neutralidad periodística.
Les dejo un par de reflexiones que nos traía al respecto nuestra querida Mafalda (por Quino, gran filósofo argentino!!):
“Los diarios inventan la mitad de lo que dicen. Y si a eso le sumamos que no dicen la mitad de lo que pasa resulta que los diarios no existen”
“Lo malo de los medios masivos (y hoy invasivos) de comunicación es que no nos dejan tiempo para comunicarnos con nosotros”
Conclusión… ¿y qué hacemos con la televisión?
En definitiva, los medios de comunicación en general y el periodismo profesional en particular, debe adherir a los más altos estándares éticos, de precisión profesional y responsabilidad social para no reproducir estigmas, visiones reduccionistas o discursos que atenten contra la convivencia pacífica en sociedades diversas.
Por el contrario, debe promover una información imparcial, objetiva y de calidad, y fomentar un diálogo inclusivo, abordando las complejidades sociales con rigor y sensibilidad, para así cumplir con su rol educativo y democratizador.
Y si no… apaga la TV!! Te puedo asegurar que vas a vivir mucho más feliz en la “ignorancia” de lo que te cuentan, vas a tener más tiempo para formarte e informarte en otras fuentes y vas a tener menos impactos emocionales nocivos. Recuerda, el “control” (mando a distancia) siempre lo tenés vos, para cambiar, y para apagar.
Aquí debemos mencionar el esclarecedor informe que presentó el periodista de investigación Lonnie Wolfe hace unos años, acerca del impacto que ejerce la televisión en los poderes cognitivos de una persona, según recogía de los psicólogos especialistas: “La televisión tenía un efecto disociativo sobre las capacidades mentales y hacía que la gente fuera menos capaz de pensar de forma racional. Los espectadores, conforme van habituándose a ver seis horas o más de televisión al día, ceden el poder de razonar a las imágenes y a los sonidos que salen del televisor”.
Y es que si seguimos el principio hipocrático “somos lo que comemos”, no es únicamente lo que introducimos en nuestra boca lo que se incorpora a nuestro organismo general (para brindarnos salud o enfermedad). Somos también lo que “ingerimos” diariamente por los ojos (ingesta visual), por los oídos (ingesta auditiva) e incluso la carga emocional que recibimos en esos mensajes, que después andamos “rumiando” el resto del día y se hacen parte de nuestra vida y modelo mental.
Porque al igual que los alimentos, podemos elegir aquellos que “nutren nuestra mente y espíritu”, cuando son ricos en contenidos, son saludables y nos aportan elementos positivos para nuestro desarrollo. O por el contrario, podemos estar ingiriendo “inconscientemente” y en piloto automático “comida basura”, aquella que nos da un “subidón” momentáneo (muchas veces de nuestra presión arterial) y lo único que incorporamos a nuestro interior son contenidos de baja calidad “nutricional” y con un exceso de “grasa o azúcares”. Ya sabemos que esta segunda opción no es un buen hábito si lo que queremos es estar sanos, fuertes y sentirnos bien ( y además suelen generar una “digestión pesada” y afectan incluso nuestra calidad de sueño).
Así que andá eligiendo tu dieta informativa y de consumo de medios. O como nos dice Sergio Fernández, optá por una dieta “hipoinformativa” para reducir todas esas calorías innecesarias y la sobresaturación de información por todos los medios en este mundo tan digital (esto nos llevaría a un análisis y cuestionamiento aún mayor, pero lo vamos a dejar para otra ocasión, mientras el algoritmo sigue trabajando en tu “nutrición” personalizada).
Un fuerte abrazo trans-formador
I.C.