Siguiendo la línea de lo mencionado acerca de la importancia de las comunicaciones, de las principales competencias conversacionales, y el rol de los medios de comunicación, hoy vamos a profundizar en la relevancia del uso adecuado y elección de los términos que utilizamos cuando nos hablamos a nosotr@s mism@s, cuando nos dirigimos a otros, y cuando recibimos mensajes de terceros.
El poder de las palabras ha sido ampliamente estudiado y analizado desde diferentes perspectivas científicas.
De hecho, ¿sabías que…?
La Neurociencia ha descubierto que las palabras activan patrones neuronales específicos en nuestro cerebro, influyendo de forma directa en nuestros pensamientos, emociones y comportamientos.
¿Y sabías que…?
También la neurociencia ha encontrado que las palabras positivas y negativas activan diferentes regiones cerebrales relacionadas con el procesamiento emocional, y que el lenguaje y las palabras moldearon la evolución del cerebro humano y nuestra capacidad de pensamiento abstracto.
Quizá ya lo sabías o lo intuías, pero… ¿cómo te quedas? ¿y cómo te cuidas al respecto?
Este tema también ha sido ampliamente tratado desde la psicología, de hecho tenemos la hipótesis Sapir-Whorf, que nos dice que el lenguaje que usamos impacta en nuestra percepción de la realidad y nuestra construcción de significados.
Asimismo, desde la terapia narrativa y en la reestructuración cognitiva, utilizan el poder de las palabras para cambiar patrones de pensamiento desadaptativos.
Y está probado también que las palabras pueden influir en la autoestima, la motivación y el bienestar emocional, tanto de manera positiva como negativa.
Aquí me atrevo a contarte un pequeño cuento/metáfora al respecto:
Un maestro y su aprendiz se encontraban haciendo unos ejercicios frente a un lago. El maestro sacó dos piedras de colores diferentes de su bolso, y las colocó una en cada mano del discípulo, pidiendo que cerrase sus puños para cubrirlas.
Una vez con ambas manos cerradas, el maestro le pidió al discípulo que se preparase para lanzar una de las piedras al lago. Pero antes de hacerlo, le advirtió sobre lo que llevaba en cada una de sus manos.
- “La piedra que he colocado primero en tu mano, la cual vamos a llamar n°1, si la lanzás al lago, vas a conseguir que sus aguas permanezcan tranquilas, limpias y cristalinas, y quien se acerque a beberlas para saciar su sed, podrá hacerlo con total tranquilidad”.
Y prosiguió diciéndole:
- “La segunda de las piedras que he colocado en tu otra mano, la cual vamos a llamar n° 2, si la lanzás al mismo lago, vas a hacer que sus aguas se enturbien, se oscurezcan y que, como un veneno, amarguen el sabor a quien pueda beber ese agua después”.
Ante la mirada atenta y de concentración del discípulo, el maestro le preguntó:
- “Y ahora, sabiendo lo que sabes de estas piedras, ¿cuál de las dos vas a elegir lanzar al lago’.
A lo que el discípulo rápidamente le contestó:
-”La primera Maestro, lanzaré la piedra n° 1”.
Ante lo cual el Maestro le respondió:
- “Muy bien, has elegido sabiamente. Lo que debés saber es que esas piedras que tenías en tus manos, son nuestras palabras, y el lago representa a la persona a la que vamos a hablar. Cuida por tanto siempre tus palabras ya que tienen el poder de purificar o contaminar”.
(Anónimo)
En este punto podríamos añadir, en forma poética pero también científica, que nuestro cuerpo está mayormente compuesto por agua (entre un 50 y un 70%). Y para quien tenga interés, le recomiendo que busque el trabajo que realizó el Dr. Masaru Emoto, un científico japonés, y que presentó en su libro “Los Mensajes del Agua”.
El Dr. Emoto, llevó a cabo una serie de experimentos relacionados con el agua y su respuesta a palabras, emociones y música, y aquí resumimos algunos de sus hallazgos.
El agua era colocada en recipientes y se exponía a diferentes sonidos, palabras, dibujos o música, y luego la congeló para examinar la estética de los cristales resultantes mediante fotografías microscópicas. Descubrió que las moléculas de agua reaccionaban de manera diferente según el entorno al que estaban expuestas.
Por ejemplo:
El agua que era expuesta a palabras positivas como “amor” o “gracias” formaba hermosos hexágonos cristalinos, similares a copos de nieve.
En contraste, el agua sometida a palabras negativas como “odio” o “mentira” tenía cristales menos definidos y caóticos.
Esto sugería que nuestras palabras y emociones pueden influir en la estructura molecular del agua. Algo similar sucedía cuando exponía el agua a música clásica, o por el contrario si le sometía a una sesión de death metal.
Sus investigaciones demostraron que las moléculas de agua cambiaban sus formas dependiendo de los estímulos que recibían. Y dado que nuestro cuerpo está compuesto en gran medida de agua, es relevante plantearnos cómo nuestras palabras y nuestro entorno “sonoro” y emocional afectan nuestra salud y organismo.
Desde otras disciplinas, como el estudio de la comunicación interpersonal y la semántica, se ha corroborado cómo las palabras pueden generar conexión, confianza y empatía, o bien provocar malentendidos, conflictos y distanciamiento.
Por ello el uso de un lenguaje respetuoso, inclusivo y sensible es clave en entornos y contextos conflictivos y multiculturales, como los actuales.
Y ya sabemos como desde la retórica, la publicidad y la política estudian cómo el uso estratégico y persuasivo de palabras puede influir en las actitudes y decisiones de sus respectivos públicos, con mensaje muchas veces que apuntan al inconsciente.
Por eso tenemos que ser conscientes que las palabras pueden emplearse para la manipulación y la desinformación, o bien para inspirar y motivar cambios positivos.
La investigación científica en general respalda la idea de que las palabras tienen un poder profundo para moldear nuestra mente, emociones, relaciones y nuestra forma de percibir y dar sentido al mundo, así que… Atenti!!
Las Palabras y nuestro Cerebro
Hay un libro, que publicaron Andrew Newberg, reconocido neurocientífico y Thomas Lee, escritor y experto en comunicación estratégica que se titula "Las palabras pueden cambiar tu cerebro" y que explora desde una perspectiva científica cómo las palabras que usamos a diario ejercen un impacto profundo en nuestro cerebro, cuerpo y vida. Estos autores explican cómo el cerebro es un órgano plástico y "esculpible" (neuroplasticidad), que se modifica física y funcionalmente dependiendo del lenguaje que usamos. Nos explican que las palabras tienen el poder de crear literalmente nuevas conexiones neuronales.
A través de estudios de neuroimagen funcional y escaneos cerebrales, nos muestran cuáles son las áreas específicas del cerebro que se activan cuando escuchamos o decimos determinadas palabras, especialmente aquellas con una carga emocional.
Y nos presentan evidencias de cómo un vocabulario rico y variado puede fortalecer la memoria, aumentar la inteligencia y estimular nuevas conexiones cerebrales, mientras que un lenguaje pobre y repetitivo lleva al estancamiento cognitivo. Esto nos habla de la importancia de mejorar y enriquecer nuestro léxico.
Tal y como nos decía Ludwig Wittgenstein, «Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo».
Y la cantidad de términos que maneja una persona promedio puede variar, pero según Susie Dent, lexicógrafa y experta en diccionarios, una persona cuenta en su haber con unas 2.000 palabras activas y unas 4.000 pasivas, pero se menciona que hoy en día muchos jóvenes utilizan apenas 300 en sus comunicaciones habituales.
Newberg y Lee también observaron también la fuerza e impactos del léxico empleado, diferenciando las palabras tóxicas de las palabras curativas. Y exploraron el efecto dañino que tienen el lenguaje negativo, la queja, el pesimismo y, en cambio, cómo un lenguaje positivo y afirmativo puede sanar física y mentalmente.
¿Y cuál es el lenguaje habitual en nuestras conversaciones internas, con compañeros de trabajo, con vecinos, y el que escuchamos en los medios de comunicación?
Como podemos ver, está demostrado científicamente el vínculo directo entre las palabras que usamos y nuestro bienestar físico, mental, emocional y relacional.
Muy bien todo esto de la teoría, pero ¿cómo podemos llevarlo a la práctica, cómo se usa el poder del lenguaje de manera productiva en nuestro día a día?
Por una parte es importante tomar conciencia de lo que las palabras nos generan a nivel cerebral, a nivel fisiológico y a nivel emocional. Adaptando el principio hipocrático que mencionábamos en el post anterior “somos lo que nos decimos y somos lo que escuchamos y leemos, las conversaciones que tenemos y que repetimos”.
Ampliemos por tanto nuestro léxico (para eso la lectura ayuda mucho) y procuremos usar términos y palabras más evocadoras y positivas, enfocadas siempre en las soluciones, oportunidades y perspectivas de superación, que nos inspiren y contribuyan a un abordaje constructivo de las situaciones y relaciones.
Algunas recomendaciones que nos podemos aplicar, tanto en el ámbito individual como colectivo, son la de reenmarcar o resignificar las situaciones de manera positiva, por ejemplo, en lugar de "este país es un desastre, esto se va a la mierda!", decir "este país es realmente un desafío complejo y muy importante en este momento, por lo que tenemos que juntarnos y sumar esfuerzos para sacarlo adelante".
Yo por ejemplo, elijo enfocarme en lo que más me gusta y destaco de la Argentina, y eso es lo que promuevo y ensalzo. Elijo por supuesto las personas de las que me rodeo, las conversaciones que quiero mantener y aquellas que evito, y también como en mi día a día pongo atención (e intención), mi tiempo y energía en aquellos contenidos que me hacen bien (p.ej. prefiero viajar escuchando música o un buen podcast en el que pueda aprender algo de mi interés, y que sé me que “sientan bien”, que escuchar las noticias o un debate radial, con toda su “carga” asociada).
Otra buena práctica y recomendación es el uso del lenguaje apreciativo. Enfocarnos en lo que más nos gusta y nos puede ser de utilidad, por parte de una persona o circunstancia. Es expresar un aprecio genuino hacia otras personas mediante palabras afectuosas, de reconocimiento y halagos sinceros, que van a mejorar indefectiblemente los vínculos y el bienestar emocional de las partes.
Es dejar de enfocarnos en lo que no nos gusta, en lo que no funciona y quejarnos de ello o vivir en la resignación, a aceptar cómo son las cosas, saber qué es lo que no depende de nosotros para ser modificado, y soltarlo, y en aquello que sí podemos cambiar poner nuestra mejor energía y decisión. Hay mucho por hacer y mucho para hacer y mejorar, así que si tenés ganas y compromiso, no te vas a aburrir más!!.
También sabemos que a través de las afirmaciones y autohabla positiva (sin engañarnos, pero sí para animarnos), vamos a lograr patrones neuronales más constructivos. Se trata de sustituir el diálogo interno negativo por afirmaciones positivas como "soy capaz", "puedo lograrlo", etc.
Incluso la técnica del reencuadre nos ayuda a cambiar las preguntas que nos hacemos a nosotros mismos. Por ejemplo, en lugar de "¿por qué me pasa esto a mí?"(posición de víctima), preguntarse "¿qué puedo aprender de esta experiencia?"(protagonista).
En síntesis, es tomar conciencia del poder transformador de las palabras y empezar a usarlas de manera intencionada y positiva en beneficio de nuestra salud física, mental y vincular/relacional. Evitar palabras hirientes, la queja continua y los “venenos verbales”, y sustituirlos por términos, enfoques y una narrativa más enriquecedora e inspiradora, que promueva acciones en consecuencia.
Para terminar (por hoy, porque El Poder de las Palabras da para más), te dejo con una reflexión acerca de lo que “sembramos” en nuestro interior y vemos reflejado “y cosechamos” en el exterior.
“Cuida tus pensamientos porque ellos se transforman en palabras,
Cuida tus palabras porque ellas se trasladan a acciones,
Cuida tus acciones porque ellas van conformando tus hábitos,
Cuida tus hábitos porque ellos te traen resultados,
Cuida tus resultados porque ellos van forjando tu carácter,
Cuida tu carácter porque finalmente se convierte en tu destino”.
Si querés cambiar lo que obtenés al final, debés volver siempre al principio.
Gracias como siempre por leerme, y hasta pronto.
Que tengas un maravilloso día.
Un abrazo de tu amigo,
I.C.